De los campos de maíz de la infancia, de la primera peluquería en la plaza La Litera, de unos inicios enmarcados en carácter, decisión y riesgo personal, de todo aquello sumado al trabajo incansable y a la luz personal que se tiene y no se adquiere, viene, vive y quiere Carmen Cazcarra. De cortar y peinar panochas de maíz de la mano de su abuelo, de una peluquería llamada Mari Carmen, antesala de salón Niza, entonces en la plaza de Los Mártires, de dejarle claro a un banquero de la época hasta donde podía llegar ella y su circunstancia sin la ayuda que le había prometido. Sí, hablamos de una mujer hecha a sí misma que eleva al cielo valores tan principales como son la humildad, la constancia y la generosidad.
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